Raymundo Riva Palacio: Las tribulaciones de Jiménez Espriú

El caso de Javier Jiménez Espriú es una buena prueba para ver la solidez de López Obrador, escribe Riva Palacio
El caso de Javier Jiménez Espriú es una buena prueba para ver la solidez de López Obrador, escribe Riva Palacio
Javier Jiménez EspriúEl caso de Javier Jiménez Espriú es una buena prueba para ver la solidez de López Obrador, escribe Riva Palacio
Cuartoscuro
autor
Raymundo Riva Palacio
Periodista
2018-06-14 |08:37 Hrs.Actualización08:37 Hrs.

Quienes conocen a Andrés Manuel López Obrador notaron su sorpresa cuando en el tercer debate presidencial, José Antonio Meade afirmó que la familia de Javier Jiménez Espriú, designado como eventual secretario de Comunicaciones y Transportes, es socia de una empresa vinculada con la constructora brasileña Odebrecht, que repartió sobornos por años en México. López Obrador se fue ligeramente para atrás y levantó las cejas. 

Se recompuso rápidamente y sonrió, pero el golpe estaba dado. Jiménez Espriú dijo inmediatamente que era una mentira, pero ayer admitió la relación de su familia, como se había dicho, con una empresa asociada con una filial de Odebrecht, que también formó parte del esquema de corrupción trasnacional del conglomerado.

López Obrador conoció a Jiménez Espriú cuando estudiaba en la Facultad de Ciencias Políticas en la UNAM a principio de los 70. Era secretario general administrativo en la rectoría de Guillermo Soberón, y desde su oficina manejaba a los porros que le ayudaban a la gobernabilidad en el campus universitario. Luego fue director de la Facultad de Ingeniería –donde lo recuerdan como uno de los mejores que hayan encabezado la escuela–, y a principio de los 80 luchó sin éxito con Octavio Rivero Serrano por suceder a Soberón.

Tras esa derrota, Jiménez Espriú pasó al ostracismo en la vida pública, y en 2005, cuando López Obrador preparaba su primera campaña presidencial, lo incorporó en su equipo. Cuando Meade vinculó a su familia con una empresa asociada a Odebrecht, quienes conocen a López Obrador observaron que acusó el golpe por la sorpresa. 

La corrupción de la constructora brasileña ha provocado la captura y detención de presidentes y políticos en varios países latinoamericanos, pero en México y Venezuela, los casos de soborno han corrido en cámara lenta, lo que ha llevado denuncias de impunidad en el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto.

Uno de los funcionarios que han sido señalados como parte del entramado de corrupción es Meade, a partir del hecho de que como secretario de Hacienda y presidente del Consejo de Administración de Pemex, avaló en 2011 el contrato de suministro de etano el año anterior entre Pemex Gas y Petroquímica Básica, con la empresa brasileña- mexicana Braskem Idesa, para construir la planta Etileno XXI, en Veracruz. Idesa es una empresa mexicana fundada hace más de medio siglo, que se asoció con Braskem, que es una filial de Odebrecht. 

Braskem era dirigida por el exdirector de finanzas de Odebrecht, Carlos Fadigas, quien de acuerdo con testimonios en la Fiscalía brasileña en Curitiba, que tiene el caso de la corrupción del conglomerado, dijo en 2013 en una reunión con inversionistas, que habían acompañado la campaña presidencial de Peña Nieto en 2012 “de tiempo completo”.

Braskem y Odebrecht admitieron en diciembre de 2016 haber participado en un esquema de corrupción internacional y reconocieron su culpabilidad y pago de una multimillonaria multa al Departamento de Justicia de Estados Unidos, que intervino porque mucho dinero pagado pasó por el sistema bancario de ese país. 

En uno de los documentos del Departamento de Justicia, Braskem reconoció que proveyó fondos a la División de Operaciones Estructuradas –“el Ministerio de la Corrupción”, describieron las autoridades estadounidenses– de Odebrecht, para canalizar recursos a paraísos fiscales para esconder sobornos a funcionarios y partidos políticos extranjeros entre 2002 y 2014. Idesa se ha desvinculado de los actos de corrupción de Odebrecht y de Braksem, alegando que fue una asociación estratégica la que forjaron.

Jiménez Espriú ha buscado neutralizar el haber sido desnudado por Meade. En un breve comunicado dijo que era una acción desesperada y mentirosa del candidato. En el debate, Meade señaló: “En el tema de Odebrecht, la pregunta no debería ser para mí Ricardo (Anaya). Debería ser para Andrés Manuel porque el socio de Odebrecht en México es la familia de Jiménez Espriú”. 

La afirmación, técnicamente, es correcta. Idesa, socia de Braksem, fue fundada por su suegro, Pascual Gutiérrez Roldán, y dirigida actualmente por uno de sus hijos, Patricio, sobrino de su esposa y hermano del embajador de México en Estados Unidos, Gerónimo Gutiérrez, entrañable amigo del secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray. 

El secretario de Comunicaciones y Transportes designado, aseguró que ninguno de los proyectos en los cuales participa con López Obrador, está relacionado con Idesa. Sin embargo, es un conflicto de interés. Si bien el proyecto donde trabajó la empresa familiar con Braksem trató con Pemex y el área de Comunicaciones y Transportes no está directamente involucrada, hay puntos de contacto en materia de transportación y utilización de puertos que le tocaría manejar en la Secretaría donde despacharía, de ser presidente López Obrador, pero sobre todo, porque es miembro del Consejo de Administración, donde comparte asiento con inversionistas estadounidenses ligados a la industria petrolera y egresados del ITAM –ambas figuras estigmatizadas por López Obrador.

Como miembro del Consejo de Administración, Jiménez Espriú tuvo que haber revisado el proyecto de Braksem y apoyado la sociedad estratégica con esa filial de Odebrecht, aun después del escándalo de corrupción. Meade no lo acusó de corrupto, pero tampoco abundó en el tema. 

De lo que se trata es de un conflicto de interés, que si bien no significa ilegalidad, arroja sombras de ilegitimidad. Por un conflicto de interés, Peña Nieto no ha podido sacudirse la percepción de corrupción de la casa blanca.

Esta es una buena prueba para ver la solidez de López Obrador, y ver si el candidato es químicamente puro en temas de integridad, o su rasero, como el de los políticos tradicionales, también es doble.