Morena en Atlacomulco: entre el cansancio del olvido y la esperanza asaltada

La maestra recibió una petición de un ciudadano y partió un pastel con AMLO
La maestra recibió una petición de un ciudadano y partió un pastel con AMLO
Delfina.La maestra recibió una petición de un ciudadano y partió un pastel con AMLO
Especial
Enrique I. Gómez
Corresponsal
2017-05-16 |15:40 Hrs.Actualización15:48 Hrs.
CREEMOS QUE IMPORTA POR...

Porque Atlacomulco es cuna de los gobernadores priistas 

Fernando Isabel López, campesino de 56 años de edad, viene de San Francisco Tepeolulco. Bajo el brazo trae un folder con las peticiones que entregó desde 2005 al entonces candidato del PRI, Enrique Peña Nieto, para obtener unas placas de taxi. Este lunes le entregó la misma petición por escrito a la aspirante de Morena al gobierno estatal, Delfina Gómez.

El labriego de Temascalcingo vuelve a obtener la promesa de ser atendido y un nuevo oficio de acuse, ahora con la firma de la maestra que postula Morena, quien visitó Atlacomulco. 

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Don Fernando, como los otros cientos de campesinos que acudieron al mitin, está cansado; algunos llegaron con al menos dos horas de anticipación, pues los organizadores adelantaron la llegada, mientras que Delfina y Andrés Manuel López Obrador estaban en Jilotepec.

Sin embargo, es otro el verdadero cansancio de los campesinos y campesinas. Es un cansancio del olvido, de ser escenario para campañas electorales y después ser condenados a la promesa que no llega. Es el cansancio de ser asaltados en su esperanza.

“Le solicite a Peña Nieto cuando era candidato, aquí me recibieron, aquí están los oficios, pero luego me contestaron que ya había pasado el programa de placas”, dice Don Fernando, mientras acomoda sus papeles a los cuales agrega el acuse de la candidata de Morena.

Él se dedica al campo. “Quiero un cambio verdadero”, concluye, aunque uno de los motivos principales por los cuales acudió al mitin es insistir en sus placas. Se coordinó con el “licenciado Arturo” para venir. Cuando habla Delfina Gómez permanece callado y muestra los volantes que fueron a tirar a su casa, donde acusan a la candidata de Morena de ser corrupta.

¿Usted les cree?, se le pregunta.

“No, es pura mentira, como ven que va ganando la quieren bajar, son los priistas”, afirma convencido.

Delfina es breve, parece la presentadora de López Obrador, insiste en que es “un honor estar con Obrador”.

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Cuando habla el tabasqueño, quien toma el micrófono durante casi 30 minutos, don Fernando se levanta, grita, gesticula, se une a las ovaciones. Abraza la valla que lo separa del pasillo por donde entraron los dirigentes de Morena.

“Es pecado social la compra del voto”, afirma López Obrador, “lo dice la Biblia (...) el Papá Francisco está en contra de esa perversidad”, remate en el discurso que asemeja una metralla animando a la concurrencia.

“Ya ven, dicen que soy mesiánico”, bromea, mientras anuncia nuevas promesas de campaña… presidencial, como más apoyos para los jóvenes y adultos mayores, con base en ahorros derivado del combate a la corrupción.

López Obrador termina “despajito”, como dice la música que sale de las bocinas, dos simpatizantes saltan al escenario, lo abrazan, bailan a un lado de él, en un costado está el pastel que partirá Delfina Gómez por el día el maestro, pero también por los campesinos, pues es el día de San Isidro Labrador, patrono del campo, quien hace llover, prosperar la cosecha.

“Y también es día de los bueyes”, agrega desde su lugar don Fernando. Sí, porque los bueyes siguen jalando arados en esta región, y sin ellos no habría maíz.

¿EL ASALTO A LA ESPERANZA?

López Obrador baja por un costado del escenario, unas 30 personas lo siguen en su despedida. Entonces viene el ataque, de la nada, de la confusión. Al menos tres personas pierden carteras y bolsos en cuestión de segundos.

Don Refugio “N” es uno de ellos, sintió que la marea humana lo empujaba y después ya no tenía la cartera. Es un asalto no solo a la esperanza, sino a los pocos pesos que llevaba para regresar a su hogar. Queda de pie, atrás del escenario. Siente un cansancio que pensaba olvidar escuchando a López Obrador.

“Aquí es bien peligroso”, dice tardíamente un joven, quien permanece bajo la lona que se colocó en el estacionamiento del tianguis de Atlacomulco, justo a un lado de la terminal de autobuses, mientras los policías municipales aseguran que en ese lugar solo roban algunos “teporochitos y eso cuando hay tianguis”. Raro que haya ocurrido durante el mitin.

En un lado de la explanada simpatizantes reciben rebanadas de pastel. Delfina Gómez y López Obrador ya se fueron. La esperanza ha sido asaltada.