¿Es posible una declinación presidencial? Esto dicen los columnistas

¿Margarita y Meade podrían sumarse a la campaña de Ricardo Anaya?
¿Margarita y Meade podrían sumarse a la campaña de Ricardo Anaya?
Apoyo.¿Margarita y Meade podrían sumarse a la campaña de Ricardo Anaya?
Cuartoscuro
Nación321
2018-05-02 |15:29 Hrs.Actualización15:29 Hrs.
CREEMOS QUE IMPORTA POR...

Porque recientemente Ricardo Anaya llamó al voto útil para poder competir contra el puntero en las encuestas 

Tras el primer debate presidencial mucho se ha hablado de la posibilidad de que aquel candidato que está en tercer o cuarto lugar en las encuestas, es decir, José Antonio Meade o Margarita Zavala, podrían renunciar a su candidatura para apoyar al segundo, Ricardo Anaya, y así unir fuerzas contra el actual puntero, Andrés Manuel López Obrador,

Por ello, te dejamos aquí las opiniones de algunos de los columnistas más reconocidos de los medios nacionales, quienes señalan si sería viable, o no, una declinación, cuál de los candidatos lo haría y lo que implicaría en el entorno político.

En su artículo Meade: declinación inviable para el periódico Reforma, Eduardo R. Huchim señala que la idea de que José Antonio Meade y Ricardo Anaya unan fuerzas, no tiene viabilidad legal.

Primero porque “la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (Legipe) no prevé esa posibilidad, pues sólo regula la sustitución de candidatos, así que “si José Antonio Meade declina sin renunciar formalmente a la candidatura, los votos por los partidos que lo postularon contarían para él, es decir, se perderían.”

"Si Meade renunciara a su candidatura a más tardar el 31 de mayo, su coalición podría sustituirlo y los votos contarían para el sustituto legalmente registrado y el sustituto no podría ser Anaya, a menos que se cometa fraude a la ley"

«Eduardo R. Huchim»

“Si el partido o coalición no sustituye al renunciante pudiendo hacerlo, quedaría sin candidato y los votos por los partidos que lo postularon también se anularían al no haber candidato registrado", señala el columnista.

Por ello, asegura Huchim “la forma pragmática para una virtual declinación sería que Peña Nieto, el PRI y los gobernadores priistas echaran a andar la poderosa maquinaria priista-gubernamental para movilizar sus estructuras en favor de Anaya”.

Jorge Fernández Menéndez, en su columna Razones del periódico Excélsior, afirma que “la presión para que algunos de los candidatos declinen para fortalecer un polo anti López Obrador hoy por hoy no es viable”.

Entre otras razones porque “en términos legales, las que compiten son coaliciones y por los tiempos.” Además porque “hoy Ricardo Anaya y José Antonio Meade siguen estando relativamente cerca uno del otro en la lucha por el segundo lugar y ninguno de ellos se merecería, aún, ser el beneficiario de esa suerte de capitulación.”

Asimismo, porque “Margarita Zavala sigue teniendo un porcentaje de votos que, más allá de la elección presidencial, es su capital político para el futuro y no tendría por qué regalarlo” y al día de hoy no se ve “cómo Ricardo, José Antonio o Margarita pudieran tener estímulo alguno para declinar en favor del otro aspirante.”

Por su parte,  Pascal Beltrán del Río, en su columna titulada “La declinación”, indica que la posibilidad de que quienes ocupan el sitio dos y tres en las preferencias electorales en las encuestas pueda renunciar o apoyar al otro para juntar fuerzas para derrotar al puntero, Andrés Manuel López Obrador, “no cuenta con el apoyo público por parte de Ricardo Anaya y José Antonio Meade.”

“Ellos y los partidos que los postulan han dicho enfáticamente que no estarían dispuestos a dar tal paso.” Incluso en una entrevista realizada por Beltrán del Río a Anaya, el candidato refirió que no estaba a favor de “acuerdos cupulares de ese tipo”  y Meade señaló el viernes pasado que él estaba “para ganar, no para declinar”.

Además, suponiendo que alguno declinara, la sustitución formal de uno por el otro no procedería, pues ambos están postulados por una coalición, no son candidatos comunes de los partidos como sí lo era Cárdenas en 1988, por lo que “dicha medida sería una declinación política sin efectos legales”.

Luis de la Calle Pardo, en su artículo Sugerencias no solicitadas  a candidatos en El Universal, señala que con una campaña negativa no es suficiente para que “Ricardo Anaya pueda mover a indecisos y a seguidores de Zavala”, ya que persiste un ambiente de hartazgo, la percepción de que el país no va bien y un sentimiento de que PAN y ahora PRI con Peña Nieto ya tuvieron su oportunidad y la merece hoy Morena”.

Asimismo, asegura “un porcentaje del electorado está dispuesto a darle a AMLO el beneficio de la duda, al considerar que los otros gobiernos no han sido como se esperaba”, por lo que “Anaya tiene que saber encontrar la fórmula para ilusionar a indecisos y a votantes todavía dispuestos a cambiar de caballo y convencerlos de que el gobierno que propone no sólo ofrece un cambio prospectivo, sino que el Frente es un movimiento para modificar la forma en la que se hace política.”

Precisamente por esta razón, asegura de la Calle Pardo, “la estrategia no debe descansar en una alianza con el PRI para derrotar a AMLO, sino en una propuesta de cambio verdadero.”

Manuel López San Martín, en su artículo Presión a Meade de El Heraldo, coincide también en que “el escenario de una declinación es inviable e impensable”.

Para Meade y su equipo esa puerta está cerrada. En Los Pinos también lo saben. Lo que sí se plantean algunos grupos de poder es la posibilidad de un acuerdo en territorio para operar una votación diferenciada, donde el candidato de Por México al Frente recogería los votos de la elección presidencial y sus probables aliados, los del Congreso.

Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente personal señala que la batalla de Meade “no sería a partir de dos discursos diferenciados, el de corrupción contra Anaya y el del miedo contra López Obrador, sino ponerlos en la misma bolsa como los radicales antiestablecimiento que quieren alterar el rumbo de la nación.”

De esta manera, agrega, podría darse, “en un segundo momento, la posibilidad de un voto útil del electorado, moviendo una elección presidencial que hoy en día se parece más a la de 2000, la del cambio de régimen por el hastío contra el PRI, que a la de 2006, donde ganó el miedo a lo que podría llevar López Obrador al país.”

Finalmente, en su columna “Por lo pronto, el voto ‘útil’ no alcanza”, Enrique Quitana afirma que “en el actual ambiente político, el llamado voto útil difícilmente puede modificar el orden de preferencias de los electores”.