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“Algunos vecinos que perdieron familia decidieron no volver nunca”: estragos de una ciudad que no deja de moverse

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Mutifamiliar Tlalpan.La Ciudad de México es un territorio en constante movimiento.

La Ciudad de México es un territorio en constante vibración. Este 2025 se cumplen 40 años del terremoto de 1985 y ocho del sismo de 2017, dos de los eventos más devastadores que han marcado la memoria colectiva de los capitalinos. Sin embargo, estos no son los únicos movimientos telúricos de gran magnitud que han cimbrado a la ciudad.

LOS NÚMEROS DETRÁS DE LOS MOVIMIENTOS

De acuerdo con el Servicio Sismológico Nacional (SSN), en lo que va de 2024 se han registrado 33 mil 396 sismos en todo México, de los cuales 129 tuvieron epicentro en la CDMX. Aunque la cifra es baja en comparación con estados como Oaxaca o Guerrero, resulta significativa considerando que la capital no se encuentra directamente en la zona de subducción de placas tectónicas.

El registro de grandes movimientos recuerda que los temblores forman parte del contexto geológico nacional y que la Ciudad de México, por sus características de suelo, es especialmente vulnerable a la amplificación de las ondas sísmicas.

¿DÓNDE Y POR QUÉ TIEMBLA EN LA CAPITAL?

Las alcaldías más afectadas en distintos eventos históricos incluyen zonas como Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Coyoacán e Iztacalco. La transición entre suelo duro y blando favorece la percepción de los movimientos y explica en parte la intensidad con la que se sienten los temblores.

Investigaciones han confirmado la existencia de fallas locales como la Plateros-Mixcoac, además de factores como el hundimiento del Valle de México y la acumulación de tensión en la interacción de placas tectónicas. Estos elementos contribuyen a que los sismos de gran magnitud tengan efectos considerables en la capital.

ENTRE RIESGO Y PERCEPCIÓN SOCIAL

El recuerdo del 19 de septiembre día en que coincidieron los terremotos de 1985 y 2017 alimenta la percepción de riesgo en la ciudad. La memoria de 2017 permanece especialmente presente. Israel Díaz, vecino de la zona del multifamiliar de Tlalpan, relató su experiencia durante aquel día:

“Yo estaba trabajando en mi papelería cuando me avisaron que se había caído el edificio de administración. No me imaginaba el desastre que me iba a encontrar al llegar. La escena fue muy fuerte y dolorosa para todos los habitantes; muchos acababan de recibir sus departamentos en agosto, apenas un mes antes del sismo, y en septiembre lo perdieron todo. Algunos vecinos que perdieron familia ahí decidieron no volver nunca más al lugar.”

Testimonios como este recuerdan que los efectos de los grandes terremotos no terminan en el momento del movimiento, sino que dejan secuelas profundas en las comunidades.

MONITOREO Y PREVENCIÓN

La Ciudad de México cuenta con una infraestructura de vigilancia sísmica encabezada por el Servicio Sismológico Nacional y la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil. A lo largo de los años, estas instituciones han evolucionado para garantizar una respuesta más rápida y eficiente, con sistemas de alerta, catálogos públicos de sismos y protocolos de actuación en caso de emergencia.

Además, se ha fortalecido la coordinación con otras dependencias como el Sistema de Alerta Sísmica Mexicano (SASMEX), que tiene la función de detectar los movimientos en zonas costeras y emitir alertas oportunas a la población capitalina.

La prevención, sin embargo, no depende únicamente de la infraestructura institucional. Los simulacros se han convertido en una de las herramientas más importantes para preparar a la ciudadanía. Estos ejercicios permiten reforzar la cultura de protección civil, identificar rutas de evacuación y actuar con mayor rapidez en caso de emergencia.

UN TEMA ABIERTO

Cada simulacro es un recordatorio de que la ciudad debe estar preparada en todo momento. Las autoridades insisten en que la participación ciudadana es fundamental: unirse a los simulacros y mantenerse informados sobre qué hacer en caso de sismo son medidas clave para reducir riesgos y fortalecer la resiliencia colectiva.

La Ciudad de México, la urbe que nunca deja de moverse, continúa aprendiendo a convivir con su tierra inestable a través de la memoria, la prevención y la participación de su población.

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