Pedro Kumamoto: ¿Se puede acabar con los partidos?

El diputado independiente cuestiona el papel de estas instituciones en la democracia
El diputado independiente cuestiona el papel de estas instituciones en la democracia
¿Adiós partidos?El diputado independiente cuestiona el papel de estas instituciones en la democracia
Especial
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Pedro Kumamoto
Excandidato independiente al Senado por Jalisco
2017-07-04 |06:11 Hrs.Actualización08:30 Hrs.

Hace un par de meses participé en una conferencia donde un asistente me reprochaba que las candidaturas independientes “están acabando con los partidos políticos” y que no era posible organizar al país sólo alrededor de ellas, pues México necesitaba de los partidos. Sé que a muchas personas les incomoda y molesta hablar sobre partidos políticos; por muchos años han sido señalados como rémoras, como chupa-presupuesto, como organismos corruptos y como los culpables del malestar social. A pesar de ello considero que tiene sentido hablar de ellos en estos días. Buena parte de construir un nuevo país descansa en la posibilidad de que reconstruyamos, discutamos y reconceptualicemos a los partidos.

Pero vamos de atrás para adelante con el análisis. ¿México necesita de partidos políticos para construir gobiernos? O dicho de otra manera, ¿podríamos organizarnos exclusivamente sólo a través de candidaturas independientes?

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Aunque parezca contradictorio con el origen de mi candidatura, creo en la idea de los partidos políticos porque pueden funcionar como punto de encuentro para quienes piensan de manera similar respecto a temas importantes para el país, como los métodos para acabar con la pobreza, el papel que debe jugar la sociedad civil y el periodismo, los modelos fiscales y la redistribución de la riqueza, el modelo económico o energético, las libertades y la diversidad social y demás temas relevantes.

Los partidos nacen para eso, para discutir nuestros anhelos, para aglutinar nuestros ideales de país en un solo lugar y para que pueda existir un ente colectivo que se encargue de llevar a cabo dichos intereses. ¿Esto podría pasar sólo con candidaturas independientes? Yo creo que no, o en todo caso a través de la unión de muchos independientes que pudieran formar una especie de partido sin registro. Ciertamente hay pueblos que han hecho cosas maravillosas sin partidos, donde la organización comunitaria ha florecido a través de asambleas, usos y costumbres o concejos; sin embargo, se antoja complicado que un país entero pueda construir una transición hacia dichos modelos en el corto plazo.

Ahora la segunda y más interesante pregunta, ¿las candidaturas independientes estamos acabando con los partidos? Sostengo que no es así. De hecho, creo que la semilla de la destrucción de los partidos descansa en su mismísimo seno, en sus prácticas, sus vicios y sus dirigencias.

Militar en un partido ya no es lo que era antes. Hace cuarenta o cincuenta años era un acto de idealismo, entrega, incluso con riesgo de prisión por el activismo político. ¿Qué dirían los fundadores del Partido Socialista, del Partido Comunista o del PAN sobre los partidos actuales? Yo creo que pocos no sentirían una enorme decepción al ver que la militancia le sirve a la dirigencia y no al revés; se escandalizarían al ver que los programas ya no importan y seguro entristecerían al ver que sus sueños compartidos se convirtieron en negocios para pocos.

El ejemplo más reciente de la descomposición de los partidos se encuentra en el llamado “Frente Amplio” o “Frente Opositor” convocado por el PRD, PAN y demás partidos que no son el PRI o Moreno. Para algunas personas este frente no debería existir por un tema ideológico, para otras por la poca credibilidad que les generaría la alianza o porque les parece que las cabezas de estos partidos lo que buscan es llegar a cargos públicos a como dé lugar. Para mí la cuestión se encuentra en otro lugar, pues ¿deberíamos discutir sobre la posibilidad de un frente amplio que ni siquiera ha sido consultado a la militancia? Yo creo que no. Esta es una señal más del desprecio que las dirigencias tienen de las bases, de sus representados, de a quienes, teóricamente, juraron representar.

Como podemos ver, los partidos han sido los propios artífices de su desprestigio. Sin embargo, esta enorme crisis no va a mejorar si la sociedad no se involucra en construir un nuevo horizonte para ellos y, por consecuencia, para la sociedad. Por esto es importante que la flojera al pensar en los partidos políticos no nos invada, y que la próxima vez que nos hablen sobre ellos aceptemos la invitación, el país depende de ello.