@macafut: La vida peligrosa de Arriaga y Reverte

El cineasta mexicano Guillermo Arriaga (izq) y el escritor español Arturo Pérez Reverte
El cineasta mexicano Guillermo Arriaga (izq) y el escritor español Arturo Pérez Reverte
Dueto.El cineasta mexicano Guillermo Arriaga (izq) y el escritor español Arturo Pérez Reverte
Especial
autor
Mauricio Cabrera
Director y Cofundador de juanfutbol
2017-05-11 |19:48 Hrs.Actualización20:04 Hrs.

Me gusta que lo hagan. Que hablando de peligro sean los primeros que se jueguen el pellejo por placer. Que se expongan sin necesidad. Que se tomen el tiempo para contar una historia para unos cuantos cuando ya lo hacen para millones y con grandes pagas de por medio. Que se ensucien como guerrilleros en vez de actuar como generales. Bienvenidos a la vida peligrosa. A la de Arturo Pérez Reverte y Guillermo Arriaga. Pero también a la de Candelario Quintana, a la de Lino Esparza y a la del profesor Uribe, el español que acaba mexicanizado a punta de plomo. El que acaba conociendo la regla de los tres calibres.

La fórmula de Reverte y Arriaga es tan arriesgada como la de sus personajes. Si al profesor Jaime Uribe le cambia la vida por una visita académica a Ciudad Jiménez, uno de tantos paraderos mexicanos dominados por el narco, ellos se meten al fango de los podcasts y la radionovela para entregar episodios semanales que extienden la relación de la pluma de Pérez Reverte con el tráfico de drogas mexicano. Desde hace tres lunes, el talento literario de Reverte y los recursos de dirección de Arriaga se suben al ring para apostarlo todo al audio en uno de los terrenos de mayor crudeza visual. Ahí donde los cadáveres, las decapitaciones y las narco mantas se manifiestan sin dejar espacio a los efectos especiales de la imaginación. Ellos golpean con el poder sonoro.

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Para Reverte, Bienvenido a la vida peligrosa bien podría ser el partido de vuelta de su trabajo en la Reina del Sur. Son los mismos ingredientes, pero al revés. Lino Esparza juega de Pote Galvez, pero a la inversa. En vez de dar la vida por su jefe, como el Pote con Teresa Mendoza, pretende ser quien lo ejecute. Otra vez España con México, pero otra vez a la inversa. Ahora es el español que viene. No la mexicana que va. Y de nuevo el azar que los lleva a la vida peligrosa. A Teresa por culpa de una agenda y a Jaime Uribe por una entrevista que despierta el interés del narcotraficante Candelario Quintana para que el hasta entonces desconocido académico le ayude a su hijo a pasar un examen sobre Heráclito. La misma fórmula, pero remasterizada.

El comienzo es el más difícil. Será natural sentir la tentación de abandonarlo. De volver a los podcasts de siempre. La escena de tortura inicial no fluye como debería. La actuación de la víctima es poco creíble. Tanto por sus expresiones de dolor como por sus diálogos. El gancho no funciona, más bien destruye. Pero después todo mejora. El profesor Uribe como narrador acaba resultando entrañable. Sus juegos de palabras exaltan la valía de la pluma de Reverte. Candelario es un personaje tridimensional. Tan capaz de amenazar y matar sin piedad como de reconocer que no es la vida de los cuernos de chivo la que quiere para su hijo. Y Lino Esparza como el pistolero que juega al perro guardián cuando en realidad planea el derrocamiento del jefe.

A estas alturas de la historia, Aguirre se va enlodando. Primero como maestro del hijo del narco. Después con un tequila y al final, hasta el tercer capítulo, con una celebración en su honor en un teibol del que no se irá sin probar carne y mercancía. El profesor quiere volver a su país. Pero Candelario ha decidido que se quede en la vida peligrosa. La de él, la de Reverte y la de Arriaga.

Van tres episodios de diez. Pero Reverte y Arriaga advierten que el final es abierto. Ya saben, por si hubiera segunda temporada. Bienvenido a la vida peligrosa no incorpora nuevos elementos al mundo del narcotraficante mexicano. Cuesta validar ciertos diálogos después de haber visto una realidad en la que al Chapo Guzmán le costaba articular una frase coherente, pero funciona cuando se acepta como una historia de ficción, con gags efectivos y con la experiencia de dos grandes contadores de historias que han decidido por una vez alejarse de las masas para atrapar al nicho, ese que por el simple atrevimiento debe agradecer que ellos y la Cadena Ser pisen los peligrosos terrenos de la radionovela, del podcast y de la audiencia cualitativa más que cuantitativa. Bienvenido a la vida peligrosa. Sí, al podcast. Pero sobre todo a ese mundo en que recuerdas que contar una buena historia para unos cuantos puede valer más la pena que contar basura para millones.