Luis Carlos Ugalde: ¿Qué demonios es el populismo?

La campaña presidencial de Donald Trump fue consignada como populista
La campaña presidencial de Donald Trump fue consignada como populista
Encarnación del pueblo.La campaña presidencial de Donald Trump fue consignada como populista
AFP
autor
Luis Carlos Ugalde
Director General de Integralia Consultores. Conferencista y profesor universitario. Consejero presidente del IFE en 2003-2007
2017-02-28 |07:45 Hrs.Actualización07:45 Hrs.

No es una ideología como el liberalismo que pregona la igualdad y la libertad, ni una doctrina económica como el comunismo que cancela la propiedad privada y la diferencia de clases. Tampoco es una forma de gobierno como el presidencialismo o el parlamentarismo. No es una degeneración sólo de la democracia, porque ha habido populismos que surgen de procesos democráticos (por ejemplo, Hugo Chávez en Venezuela) y también dictaduras populistas (por ejemplo, Getúlio Vargas en Brasil).

Por su carácter peyorativo, se usa para denostar a los adversarios. Si aquel propone aumentar el salario mínimo, es un populista. Si alguien demanda reducir los salarios de los servidores públicos, también lo es. 

En la discusión de la nueva Constitución de la CDMX, se acusó de populistas a quienes proponían una renta básica universal. ¿Son todos ellos populistas?

No necesariamente. El populismo no se define por el contenido de las políticas públicas, sino por el estilo de liderazgo que apela directamente a las masas (el pueblo) y promete solucionar sus problemas de la noche a la mañana, buscando primero al enemigo, sea la burguesía, las élites depredadoras, algún país extranjero, una religión o una secta. El estilo populista necesita contraponer al pueblo –que por definición es inmaculado, puro y sabio– en contra de sus verdugos.

Los populismos tienden a ser irresponsables fiscalmente –en su búsqueda desesperada por dar resultados a sus votantes sin que nadie pague costo alguno (como las dietas mágicas sin ejercicio); también son mayormente nacionalistas pues buscan protegerse de las amenazas externas (comercio, migración, religiones); y varios populismos son discriminatorios en contra de minorías étnicas, religiosas, culturales, etcétera. En ocasiones los populistas expropian riqueza de unos para dársela a otros, ponen regulaciones estrictas para terminar con el abuso de ciertos grupos y en algunos casos ha habido censura a los medios de comunicación.

Los líderes populistas se presentan como la encarnación del pueblo: son su espíritu, los únicos capaces de escucharlo y de transformarlo. 

Como encarnan al pueblo, los populistas nunca se equivocan y nunca pueden aceptar un error ni moderar sus acciones y propuestas. Hacerlo significaría la traición. Por eso las instituciones son un obstáculo y una monserga porque implican lidiar con leyes y procedimientos que impiden que el populista cumpla su misión sagrada.

Por esos muchos populistas cambian las leyes para reelegirse, porque una vez en el trono sienten que su misión no se agota sino hasta su muerte. No es mando político temporal sino una misión histórica que trasciende a los hombres y las leyes.

¿Por qué es atractivo el populismo? Porque da una explicación simple del mundo y porque promete el cielo en la tierra sin costo alguno. 

Porque busca restaurar los viejos días gloriosos (todo pasado fue mejor), porque le teme a la innovación y a la competencia. Porque protege el status quo. Es paradójico en el sentido de que se presenta como una apuesta al cambio, pero muchas veces mediante un retorno a valores tradicionales, como la vieja cultura industrial del medio oeste de Estados Unidos o el aislacionismo inglés.

Si el populismo es atractivo es porque la democracia liberal ha fracasado en muchas regiones para en construir sociedades igualitarias y libres de corrupción. 

La llegada de un populista a la Casa Blanca puede tener el efecto nefasto de propagar los antivalores que encarna y sacar del closet a populistas por doquier. 

Pero también puede generar anticuerpos: Trump es tan populista y predecible como un niño berrinchudo; como lo era Chávez en Venezuela, con la diferencia de que el primero tiene botones nucleares y preside a la economía más potente del mundo.

La única forma de combatir el populismo es con buenos gobiernos que promuevan una distribución justa de la riqueza y que combatan ferozmente la corrupción. Los mayores promotores del populismo son los malos gobernantes de las democracias institucionales y las elites empresariales que abusan de su influencia y privilegios para beneficio propio.