El proceso interno de Morena para seleccionar a su coordinador nacional de los comités de defensa de la cuarta transformación, cargo mejor conocido, aunque legalmente no reconocido aún, como candidatura presidencial, está en su etapa de definición y por ello pongo a su consideración las siguientes reflexiones.
1. Borrón y cuenta nueva. El apoyo a las 'corcholatas' que las encuestas habían medido hasta ahora es historia; a partir del domingo de los acuerdos de Morena comenzó una nueva etapa y habrá qué ver qué indicadores de apoyo arrojan las encuestas bajo las nuevas condiciones de "pista pareja", tras la separación de cargos, y con actividades más abiertas de autopromoción.
2. Confía pero verifica. El liderazgo de Morena anunció que habrá cinco encuestas en el proceso de selección, una interna a cargo de la comisión de encuestas del partido, y cuatro externas por parte de empresas seleccionadas a partir de las propuestas que hagan las propias figuras presidenciales. Esas encuestas "espejo" parecen ser una medida ante la desconfianza natural de los aspirantes, tanto en el método como en el proceso mismo.
3. Reglas, no tan claras. Las 'corcholatas', al inscribirse como aspirantes al puesto de coordinador/candidatura presidencial, estarán aceptando las reglas de juego, así como los resultados, sean los que fueren. "El resultado de la encuesta es inapelable," anunció el partido. Un problema es que las reglas no son del todo claras. Aquí algunas consideraciones:
4. ¿Cuál es la métrica? No es claro aún cuál será el contenido de las encuestas, ni el número ni el sentido de las preguntas. Mientras Morena no dé a conocer las pregutas que usará en las encuestas al servicio del partido, las encuestas periodísticas que midan el apoyo a las corcholatas no podrán usar esas mismas preguntas. Que no sorprenda si, a falta de métricas claras, haya una gran variabilidad en los resultados.
5. Criterios de victoria. Aunque estemos acostumbrados a ver datos y porcentajes puntuales en las encuestas, por su naturaleza, estos ejercicios muestrales arrojan resultados dentro de intervalos o margenes de error. Si la competencia entre las corcholatas resulta muy cerrada, la encuesta como método no va a ser contundente y eso puede dar pie a agrias inconformidades políticas, por más que el presidente López Obrador haya llamado a la disciplina y a la unidad. Una corcholata que quede dos o tres puntos abajo de otra tendrá toda la razón en decir que no perdió porque la diferencia está dentro del margen de error. Si a eso le añade que Morena deteminó que basta ganar en 3 de las 5 encuestas, pues ya veremos cómo se pone esto.
6. Muestras de tirios y troyanos. Por lo visto, las encuestas de Morena estarán abiertas a toda la población adulta con credencial para votar vigente, independientemente de sus simpatías o preferencias políticas. Por ello, la candidatura morenista no la definirá solamente el electorado afín a la 4T, sino también el electorado adverso. Por cierto, las "reglas" para las encuestas establecen que será un equipo de gente el que participe en las entrevistas, incluidos representantes de cada corcholata. Habrá que ver cómo responde la gente ante esa potencial presión de tener a varias personas en la puerta de su casa preguntándole a quién prefiere.
7. ¿Un polo polarizado? La polarización política hoy supone que hay grupos políticos distantes en conflicto. La encuesta de Morena podría inaugurar un fenómeno nuevo: la polarización dentro del mismo bando de la 4T, toda vez que los seguidores de cada corcholata van a elogiar las encuestas a su favor y a descalificar las encuestas desfavorables, aún cuando las "reglas" del partido lo prohiben.
8. Kingmaker. Y no es para menos: La encuesta como método de selección de la candidatura presidencial se volvió una especie de kingmaker, o, para ponerlo en términos más republicanos, la encuesta es la primera de dos aduanas en la hechura del próximo presidente de la República. La otra es la elección de junio de 2024. Como señalé en mi texto anterior, estamos ante la encuestocracia.
9. El proceso de Morena, sin tener necesariamente esa intención, nos ayudará a reforzar la diferencia entre encuestas periodísticas, cuyo objetivo es informativo y cuya expectativa es la imparcialidad, de encuestas con uso partidista, en este caso no solamente estratégico o propagandístico, sino ejecutivo: ni más ni menos que definir la candidatura presidencial.